Con una camioneta llena de chicos soñolientos
Con una camioneta llena
de chicos soñolientos
Regresamos a Lima la
tarde del Domingo
Cuando la luz declina y
en retrovisor
Se desdibujan pueblos
polvorientos
Encallados como
paquebotes en el desierto humeante
Y de pronto avistamos el
mar enrojecido
Mis hijos se despiertan
balbucientes, nos tocan sus manitas temblorosas
Y la felicidad,
salvajemente, nos roza con sus alas
Dó están
ahora, amigo mío,
Los crepúsculos
metafísicamente atormentados de París
Dó mi
psicoanalista
Que hurgaba con un
palito mis llagas purulentas
Hasta hacerlas sangrar
rojos fantasmas
Dó las mujeres
espléndidas y locas
Que apasionadamente
disputaban
Mis despojos de poeta
perdido entre dos siglos
Desamparado y
cínico
Se han hundido en la
bruma de los días
Las ocasiones
desaprovechadas
Los viajes
minuciosamente desolados
Los poemas que no fueron
escritos
Las reconciliaciones
perdidas para siempre
Las ambiciones que no
fueron colmadas
Los hijos abortados sin
un grito
El pasado me asalta sin
un ruido
Desde el fondo del
Misterio Inmenso e Insondable
Y sin melancolía se
queda atrás tirado
Entre dos luces de la
carretera
Que avanza sin
detenerse
Así como crecen mis
hijos implacablemente
Y mi vida se llena de
sentido
Mientras regreso a Lima
la tarde del Domingo
Con un puñado de niños
soñolientos,
Quemados por el sol,
sucios de arena,
Con huellas de divinidad
en las narices…
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