Poema Sucio/En el vértigo del día (Fragmento)
Es imposible decir
en cuántas velocidades diferentes
se mueve una ciudad
a cada instante
(sin hablar de los muertos
que vuelan hacia atrás)
o incluso una casa
donde la velocidad de la cocina
no es igual a la de la sala (aparentemente inmóvil
en sus jarrones y bibelots de porcelana)
ni a la de la huerta
abierta a los vientos de la época
¿y que decir de las calles
de tránsito intenso y de la circulación del dinero
y de las mercaderías
desigual según el barrio y la clase, y de la
rotación del capital
más lenta en las verduras
más rápida en el sector industrial, y
de la rotación del sueño
bajo la piel,
de un sueño
en el pelo?
¿y las tantas situaciones del agua en la vasijas
(lista para huir)
la rotación
de la mano que busca entre los pendejos
el sueño mojado los muchos labios
del cuerpo
que a la caricia se abre en rosa, la mano
que allí se detiene a ensuciarse
de olores de mujer,
y la rotación
de los olores otros
que en la quinta se fabrican
junto a la resina de los árboles y el canto
de los pájaros?
¿Qué decir de la circulación
de la luz solar
arrastrándose en el polvo bajo el ropero
entre zapatos?
¿y de la circulación
de los gatos por la casa
de las palomas por la brisa?
y cada uno de esos hechos en una velocidad propia
sin hablar de la propia velocidad
que hay en cada cosa
como los muchos
sistemas de azúcar y alcohol en una pera
girando
todos en diferentes ritmos
(que casi
se pueden oír)
y componiendo la velocidad general
que es la pera
del mismo modo que todas esas velocidades mencionadas
componen
(nuestro rostro reflejado en el agua del lavadero)
el día
que pasa
-o pasó-
en la Ciudad de Sao Luís.
Y del mismo modo
que hay muchas velocidades en un
sólo día
y en ese mismo día muchos días
así
tampoco se puede decir que el día
tiene un único centro
(hecho un carozo
o un sol)
porque a decir verdad un día
tiene unnumerables centros
como, por ejemplo, el jarro de agua
en el comedor
o en la cocina
en torno del cual
desordenadamente giran los miembros de la familia.
Y si en ese caso
es la sed la fuerza de gravitación
otras funciones metabólicas
otros centros generan
como el inodoro
la cama
o la mesa del comedor
(bajo una luz roñosa en una
casa de una sola puerta y una sola ventana de la calle de la Alegría
en la época de la guerra)
sin hablar de los centros cívicos, de los centros
esperitistas, del Centro Cultural
Goncalves Dias o de las pescaderías
colegios, iglesias y prostíbulos,
otros tantos centros del sistema
en que el día se mueve
(siempre en velocidades diferentes)
sin salir del lugar.
Porque
cuando todos esos soles se apagan
resta la ciudad vacía
(como Alcantara)
en el mismo lugar.
Porque
diferentemente del sistema solar
a esos sistemas
no los sostiene el sol y sí
los cuerpos
que giran alrededor de él:
no los sostiene la mesa
sino el hambre
no los sostiene la cama
y sí el sueño
no los sostiene el banco
y sí el trabajo impago.
Y esa es la razón porque
cuando la gente se va
(como en Alcantara)
se apagan los soles (los
jarros, las cocinas)
que de ellas recibían el calor
esa es la razón
porque en Sao Luís
de donde la gente no se fue
aún en este momento la ciudad se mueve
en sus muchos sistemas
y velocidades
pues cuando una vasija se rompe
otra vasija se hace
otra cama se hace
otra jarra se hace
otro hombre
se hace
para que no ese extinga
el fuego
en la cocina de la casa
Lo que ellos decían en la cocina
o en la terraza del caserón
(en la calle del sol)
salía por las ventanas
se oía en los cuartos de abajo
en la casa vecina, en los fondos de la mueblería
(y vaya uno a saber
cuánta cosa se dice en una ciudad
cuántas voces
resbalan por ese intrincado laberinto
de paredes y cuartos y zaguanes,
de cuartos de baño, de patios, de huertas
voces
entre muros y plantas,
risas,
que duran un segundo y se apagan)
Y son cosas vivas las palabras
y vibran con la alegría del cuerpo que las gritó
tienen hasta su perfume, el sabor
de la carne
que nunca se entrega realmente
ni siquiera en la cama
sino a sí misma
a su propio vértigo
o así
hablando
o riendo
en el ambiente familiar
mientras como una rata
podés oír y ver
desde tu cueva
cómo esas voces rebotan en las paredes del patio vacío
en el armazón de hierro donde se seca una parra
entre alambres
de tarde
en una pequeña ciudad latinoamericana.
Y en ellas hay
una iluminación mortal
que es de la boca
en cualquier tiempo
pero que allí
en casa
entre muebles baratos
y ninguna dignidad especial
minaba la propia existencia.
Reíamos, es cierto,
alrededor de la mesa de cumpleaños cubierta de confites
de menta envueltos en papel de seda de colores,
reíamos, sí,
pero era como si ningún afecto valiera
como si no tuviera sentido reír
en una ciudad tan pequeña.
El hombre está en la ciudad
como una cosa está en otra
y la ciudad está en el hombre
que está en otra ciudad
pero variados son los modos
en que una cosa
está en otra cosa:
el hombre, por ejemplo, no está en la ciudad
como un árbol está
en cualquier otro
ni como un árbol
está en cualquiera de sus hojas
(aún rodando lejos de él)
El hombre no está en la ciudad
como un árbol está en un libro
cuando un viento allí lo trashoja.
La ciudad está en el hombre
pero no de la misma manera
en que un pájaro está en un árbol
no de la misma manera en que un pájaro
(la imagen de él)
está/ba en el agua
y tampoco de la misma manera
que el susto del pájaro
está en el pájaro que yo escribo
La ciudad está en el hombre
casi como el árbol vuela
en el pájaro que lo deja
cada cosa está en otra
a su manera
y de manera distinta
de como está en sí misma
la ciudad no está en el hombre
del mismo modo que en sus
almacenes plazas y calles
Buenos Aires, mayo / octubre, 1975
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