martes, 31 de enero de 2012

NIICANOR PARRA (SAN FABIÁN DE ALICO,CHILE,1914)




Antes me parecía todo bien


ahora me parece todo mal

un teléfono viejo de campanilla
bastaba para hacerme el sujeto más feliz de la creación
un sillón de madera-cualquier cosa

los domingos por la mañana
me iba al mercado persa
y regresaba con un reloj de pared
-es decir con la caja del reloj-
y las correspondientes telaraña
o con una victrola desvencijada
a mi cabañísma de La Reina
donde me esperaba el Chamaco
y su señora madre de aquel entonces

eran días felices
o por lo menos noches sin dolor

de Emergency Poems (1972)




Esto tiene que ser un cementerio



de lo contrario no se explicarían
esas casas sin puertas ni ventanas
esas interminables hileras de automóviles

y a juzgar por estas sombras fosforescentes
es probable que estemos en el infierno

debajo de esa cruz
estoy seguro que debe haber una iglesia

de Hojas de parra (1985)



Yo no veo cómo un aristócrata



Pueda escribir poesía
Declaró públicamente Alguien alguna vez

A lo que el gran Huidobro retrucó:
Yo no veo que para escribir poesía
Se tenga que ser hijo de ferroviario

de ALSO SPRACH ALTAZOR (1993)


según las versiones contenidas en Parranda larga,Antología Poética,Alfaguara,Buenos Aires,2010

lunes, 2 de enero de 2012

PIER PAOLO PASOLINI (ITALIA, 1922 - 1975)

FRAGMENTO EPISTOLAR, AL MUCHACHO CODIGNOLA

Querido muchacho, sí, claro, encontrémonos,
pero no esperes nada de este encuentro.
Si acaso, una nueva desilusión, un nuevo
vacío: de aquellos que hacen bien
a la dignidad narcisista, como un dolor.
A los cuarenta años yo estoy como a los diecisiete.
Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete
pueden, claro, encontrarse, balbuceando
ideas convergentes, sobre problemas
entre los que se abren dos décadas, toda una vida,
y que, sin embargo, aparentemente son los mismos.
Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras,
aridecida de llanto y deseo de estar solos,
revela su irremediable diferencia.
Y, además, tendré que hacer de poeta
padre, y entonces me replegaré sobre la ironía,
que te incomodará: al ser el de cuarenta
más alegre y joven que el de diecisiete,
él, ya dueño de la vida.
Más allá de esta apariencia, de este aspecto,
no tengo nada que decirte.
Soy avaro, lo poco que poseo
me lo guardo apretado en el corazón diabólico.
Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,
bajo la boca torcida a furia de sonrisas
de timidez, y los ojos que han perdido
su dulzura, como un higo agrio,
te parecerían el retrato
precisamente de esa madurez que te hace daño,
madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte
un coetáneo, simplemente entristecido
en la delgadez que le devora la carne?
Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto
es árida piedad.


 

FRAMMENTO EPISTOLARE, AL RAGAZZO CODIGNOLA

 
Caro ragazzo, sì, certo, incontriamoci,
ma non aspettarti nulla da questo incontro.
Se mai, una nuova delusione, un nuovo
vuoto: di quelli che fanno bene
alla dignità narcissica, come un dolore.
A quarant'anni io sono come a diciassette.
Frustrati, il quarantenne e il diciassettenne
si possono, certo, incontrare, balbettando
idee convergenti, su problemi
tra cui si aprono due decenni, un'intera vita,
e che pure apparentemente sono gli stessi.
Finché una parola, uscita dalle gole incerte,
inaridita di pianto e voglia d'esser soli,
ne rivela l'immedicabile disparità.
E, insieme, dovrò pure fare il poeta
padre, e allora ripiegherò sull'ironia
— che t'imbarazzerà: essendo il quarantenne
più allegro e giovane del diciassettenne,
lui, ormai padrone della vita.
Oltre a questa apparenza, a questa parvenza,
non ho niente altro da dirti.
Sono avaro, quel poco che possiedo
me lo tengo stretto al cuore diabolico.
E i due palmi di pelle tra zigomo e mento,
sotto la bocca distorta a furia di sorrisi
di timidezza, e l'occhio che ha perso
il suo dolce, come un fico inacidito,
ti apparirebbero il ritratto
proprio di quella maturità che ti fa male,
maturità non fraterna. A che può servirti
un coetaneo — semplicemente intristito
nella magrezza che gli divora la carne?
Ciò ch'egli ha dato ha dato, il resto
è arida pietà.



según la versión de Carlos Vitale ( Buenos Aires,1953)