miércoles, 20 de junio de 2012

SAM HAMILL ( U.S.A , 1943 )





Primera nevada



Los momentos que nos compartieron
fueron aquellos que nos separaron,
y ya no están aquí;

nunca más los profundos prados
recordarán nuestros nombres
escritos en la lluvia.

Lo que ha quedado sin terminar
así ha de quedar,
el blanco silencio

desciende ahora a través de los prados
donde las vainas oscuras de los frutos
se abren inútilmente.




Lo que el agua sabe



El alma debe aprender a perdonar aquello que la boca canta.
a los ojos del mundo una rata es tan moral como un monje.
sin embargo, el corazón es un río
derramándose de sí mismo,un río que no puede ser vadeado.

Este río desemboca en una bahía
y se vuelve sobre sí mismo con la marea entrante,
transporta el canto del somorgujo y la sal
de lo indescriptiblemente humano.

Un águila distante penetra la boca de otro río
allí ya no nadan los salmones y, sus anchas alas, planean
río arriba hasta desaparecer en la nada de donde vino.

Sólo el pensamiento permanece . Careciendo de la astucia del águila
o de la sabiduría del gorrión, ¿hacia dónde me dirigiré,
ahogándome en el dolor? ¿Quién sabrá lo que los árboles saben?
Aquello que sabe el joven arce con su paciencia de arañas o ¿qué
es lo que confiesan los sauces?

Déjenme ser agua.El corazón se derrama en olas.
Escuchen lo que las aguas nos dicen.
Viento,sé nuestro amigo.
No existe nada que no pueda perdonar.



Certera observación



Tu Fu,viejo y devastado por la tisis,
se inclinó sobre la hoja de papel de mora
y escribió los caracteres que representan
"un" y "ganso salvaje",
sus ojos debilitados por la luz de la luna.

Puesto que era octubre en su vida,
él llenó nuevamente su copa con vino.
Sus alegrías no eran grandes ni muchas.
Pero,eso si,muy precisas.



de Un canto pisano, Postales Japonesas Editora, Córdoba, 2010, versión de Esteban Moore (Buenos Aires, 1952)


domingo, 10 de junio de 2012

SUJATA BHATT (AHMEDABAD,INDIA,1956)

 
Las voces 
 
 
Primero el sonido de un animal
inimaginable.

Luego: el susurro de un insecto, el silencio de un pez.

Y después las voces se tornan más y más altas.

La voz de un ángel que recién ha muerto.
La voz de un niño que se niega
a convertirse en un ángel con alas.

La voz de los tamarindos.
La voz del color azul.
La voz del color verde.
La voz de los gusanos.
La voz de las rosas blancas.
La voz de las hojas arrancadas por las cabras.
La voz de la escupida de una serpiente.
La voz de la placenta.
La voz del latido del corazón del feto.
La voz del cuero cabelludo del cráneo
cuyos cabellos cuelgan detrás de una vitrina
en un museo.

Solía pensar que había
sólo una voz.
Solía esperar
pacientemente a que esa voz regresara
y volviera a comenzar el dictado.

Estaba equivocada.

Ahora ya no puedo contarlas.
Ya no puedo
tomar nota de lo que quieren decir.

La voz del fantasma que quiere
morir una vez más, pero esta vez
en un cuarto mejor iluminado y con fragantes flores
y con otros parientes.
La voz del lago congelado.
La voz de la niebla.
La voz del aire mientras nieva.
La voz de la niña
que aún ve unicornios
y conversa con ángeles cuyos nombres conoce.
La voz de la savia del pino.

Y después las voces se tornan más y más altas.

A veces las oigo
reírse de mi confusión.

Y cada una de las voces insiste
y cada una de las voces sabe
que es la única y verdadera.

Y cada una de las voces dice: sígueme
sígueme y te llevaré de la mano –