sábado, 16 de marzo de 2013

MARGARITA GARCÍA ROBAYO (CARTAGENA,COLOMBIA,1980)



Este era un hombre muy viejo.O quizá no tan viejo,pero sí muy gastado.Se había encogido de esa manera en que se encogen las personas que han padecido mucho sufrimiento físico. Como si el cuerpo se les hubiera quedado en esa pose torcida en la que se abraza fuerte una panza adolorida.El viejo iba sentado frente a mí en un bus que nos llevaba a un pueblo lejano. Al viejo ya no le dolía nada,quizá le ardían los ojos desteñidos con los que miraba la ventana. Pestañeaba de seguido para humedecerlos,supongo.Yo intentaba leer un libro,estaba en la frase "...y siempre quedaba el recurso de marcharse"; y me encantaba esa frase y me encantaba todo lo que venía después - era un libro que ya había leído.Pero la mirada se iba cada tanto hacia la cara del viejo y trataba de no cruzarme con sus ojos.No debe ser lindo para un hombre gastado que alguien más o menos nuevo lo mire,reconociendo en él la peor de las tragedias humanas : el deterioro.Sus manos soportaron durante un rato mi atención : raquíticas,enrojecidas,deshollejadas. Era como si se las hubiera sacado de la muñeca,las hubiera metido en el microondas - uno,dos minutos - y se las hubiera vuelto a poner,sin dejarlas reposar.
¿Qué leés? me dijo el hombre y yo aparté rápidamente los ojos de sus manos."Un libro"... contesté y alcé los hombros. "Ya", dijo él y sonrió,creo. Imaginé que el viejo había perdido la costumbre de estirar la boca hacia los lados, porque esa supuesta sonrisa no le había salido fácil.A lo mejor,a lo largo de muchos meses,la mueca más recurrente del viejo fue la de arrugar la cara y separar levemente los labios para dejar salir un quejido muy bajito, porque ya ni fuerzas tendría para quejarse en serio,o porque cada vez que lo hacía el paciente de al lado lo insultaba. "Cuando yo era joven también me gustaba leer ",me dijo el hombre. Su voz, sorprendentemente, no estaba gastada como el resto de él."¿Qué le gustaba leer?",le pregunté y él me dijo que cualquier cosa. Después,cuando yo había vuelto a simular interés en mi libro y suponía que él en su ventana,volvió a hablar : "Hace mucho que no leo - se llevó las manos a los ojos  y se los frotó - ya no veo bien". Yo asentí cerré el libro,me pareció de mal gusto restregarle en la cara que mis ojos,en cambio,funcionaban perfecto. "¿No me leerías algo,jovencita?",dijo el hombre.Y  no sé por qué ese pedido intempestivo me emocionó : balbuceé que si encantada,esas cosas.Me aclaré la garganta . "Para colmo el mal tiempo..." - volví a leer desde el principio.Y el hombre recostó la cabeza en la ventana,y mi voz duró lo que el resto del viaje.,


de orquídeas,Editorial Nudista,Cosquín,Provincia de Córdoba,2011.

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