El tizne en las mejillas,
el perfume a muerte temprana,
la noche cubriendo la orografía
cárdena de tu cuerpo
con todos los relieves del maltrato,
tu sombra menuda repartiéndose,
haciéndote
cada vez más inconsistente
en el asfalto y las nubes
a contramano, duelen.
El zócalo de almohada,
la bolsita de pegamento,
su nana mortal contra la boca.
Te van endureciendo las esquinas:
sus ángulos cada vez más agudos
decapitan candores, desdicen
las mieles y vas cayendo sin cese
sobre las crestas frías del alba.
Duele la indiferencia:
esa extensión de sien a sien
donde se evapora el llanto tan rápido. –
“Tenían como una lepra la infancia devorándoles el pecho”
Clarice Lispector
Clarice Lispector
Tormentas de tierra
zulquis
escuerzos
las tazas que habían venido de Europa
descascaradas
las fotos de niños ya muertos
las paspaduras
el primer vello en el pubis
fruto que se volvía extraño
la infancia un carozo de durazno
trepanado por hormigas negras
papá silbando en el patio
mientras quema sus libros
todas las memorias amarilleando
bajo el cráneo
nostalgia: esta dulce podredumbre en la espalda esta pútrida dulcedumbre de las palabras que no mueren del todo como esas hojas que antes de desaparecer agonizan juntas en parvas exudando el fervor del verano y la savia
--
Dame esa palabra que haga brotar calostro de las piedras
mientras tanto no decir nada
seguir en penumbra
hasta que alguien me llore dentro y tenga que escribir
para darle consuelo
de Materia oscura ,Ed. Baile del Sol, 2010
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